Declaraciones de Antonio Martín, filólogo, presidende de la UniCO y fundador de Cálamo & Cran.

Un corrector debe conocer todos los recovecos del lenguaje, tiene que ser curioso, «buscar problemas», asegurarse de que cada vocablo es consistente, que está bien usado, que corresponde a la intención del autor. Por eso también debe ser hábil investigando.

Además del bolígrafo rojo clásico, el ordenador es imprescindible, y saber buscar en la red con eficacia. Tiene que entender que está velando por transmitir el mensaje del autor con toda la claridad. No es un trabajo para lucirse porque no tiene que dejar ninguna huella. El corrector se debe formar para conseguir la metodología y la técnica que le permitan trabajar con más eficacia; luego, con esa base, podrá añadirle la experiencia.

El corrector sabe que trabaja para el lector aunque quien paga es el cliente, sea editor, redactor o publicista. Por eso tiene la responsabilidad de ofrecer textos que se lean sin problemas. El corrector «limpia, normaliza y unifica» El corrector es el primer lector de ese texto, pero un lector que comprueba cada detalle, cada giro, cada convención para que los siguientes lectores no tengan que interrumpir la lectura. Mientras que escritores y traductores pueden hacer más grande el idioma mediante, por ejemplo, la incorporación de nuevas expresiones y términos, el corrector trata de que ese avance no se salga de los límites de lo comprensible para el lector. Al normalizar y unificar cumple un papel de cohesión, fundamental para un idioma con más de 400 millones de hablantes.

El trabajo del corrector tiene dos vertientes: la del técnico de control de calidad y la de abogado del lenguaje. Por eso debe esforzarse por estar al día de la norma fundamental: desde cuáles son las nuevas palabras reconocidas por la Academia hasta las normas que dicta en sus diferentes diccionarios (en papel y en su web). Cuando en 1999 apareció la nueva Ortografía hubo que actualizarse. Con la próxima Gramática habrá que hacer lo propio.

El corrector no es un mero colaborador que marca errores en unos textos, sino un profesional cualificado que tiene suficiente criterio para decidir si una expresión se puede aceptar según las normas existentes o el contexto en el que aparece. También debe conocer los nuevos procesos de edición y los nuevos soportes y formatos.

Frente al mercado global, el corrector tiene que aprender a aprovechar todas las ventajas que ofrece. La primera, y más importante, es la presencia en internet: un corrector debe promocionarse en Ediciona, en LinkedIn o en cualquier otra página de promoción de servicios (en España o en el extranjero), en su propia web o en un blog. En segundo lugar, como el español sigue creciendo y tiene mercados cada vez más amplios, el corrector debe tratar de conocer cuántas empresas extranjeras operan en España, quién revisa sus documentos, cuántas usan el español como un idioma más para ofrecer sus servicios a escala global, etc. No hay que centrarse sólo en los sectores editorial, de comunicación y publicaciones; el mundo de la empresa ofrece muchas oportunidades.

El DRAE y el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD) son referentes indispensables. Los diccionarios de Seco (el de uso y el de dudas), el de María Moliner y la obra de Martínez de Sousa son también unas excelentes herramientas siempre que se trabaje con el español de España. Se precisan, además, diccionarios especializados, glosarios técnicos —la mayoría en la web gracias al ingente trabajo de los traductores— y, por supuesto, una buena enciclopedia siempre cerca: Larousse, Britannica, Micronet... Lo que no puede faltar es el apoyo de otros especialistas del lenguaje; por eso es recomendable participar en alguna lista de correo donde se pueda encontrar a otros profesionales que ayuden a resolver dudas. Además de las listas existe una rica colección de recursos en línea como la Wikilengua, diccionarios de jergas, diccionarios visuales y bibliotecas para consultar títulos de su fondo. Y Google, claro, y ahora más con Google Book para buscar corpus más extensos. Pero lo más importante es que el corrector entre en contacto con otros correctores.
                 



Francisco Martín, para la revista "Donde Dice...", del Boletín de la Fundación del Español Urgente.