Mi primer texto, escrito hace unos meses...


Todos los días me lanzo a correr. Sí, digo bien, «me lanzo», pues mi partida surge de estampida ―previo calentamiento― desde mi casa en pleno centro del pueblo. En primer lugar hago un recorrido callejero que no me motiva especialmente. Eso sí, al llegar a la playa todo cambia.

Desde la muerte de mi madre mis carreras se limitaban a huir sin medida, corría y corría sin control. En cierto sentido manoteaba contra la vida, chapoteaba contra el tiempo. Por mi cabeza se apresuraba un despropósito de ideas alborotadas que me dejaban sin aliento en diez minutos. Llegado a este punto detenía «mi huída» ―por supuesto, frustrada― en mitad del recorrido que había ideado.

Ahora ya no. Desde hace aproximadamente seis meses, cuando corro, mi mente y mi cuerpo se funden en el entorno, con la consiguiente paz interior. El desparpajo de imágenes incomprensibles ha desaparecido y la calma ha vuelto a mí. Ahora trazo objetivos («Hoy el sprint empezará unos metros antes de la roca de siempre») y, seguidamente, me concentro, dejo la mente en blanco y todo fluye en mi interior. Mi espíritu y mi cuerpo se abrazan a la vida en todo su esplendor y soy feliz, muy feliz.

Estos objetivos cumplidos hacen que termine la carrera con la seguridad y la firme convicción de que «ante la mente en calma se rinde el Universo» (Lao Tse).


1 comentario:

  1. Enhorabuena, Lucía. Me encantó tu pequeño relato. Veo que tenemos un par de cosas en común: los dos somos correctores y... ¡a los dos nos gusta correr!
    Yo soy corredor desde hace casi 30 años: maratones, medias maratones... Escribo (aunque últimamente doña Inspiración no me visita) en una web que llamo El correr y to su avío. Si te apetece, pásate por allí. A la derecha tienes Pequeños relatos, una sección en la que hay algunos escritos que me han salido del alma.
    Salud y suerte.

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